Siempre he sido una persona estudiosa, acabé la carrera universitaria a los 23 años y pronto conseguí un buen trabajo en una multinacional. Aunque mi país atravesaba una gran crisis económica, las cosas me iban muy bien y tenía un sueldo muy superior a la media, además de una docena de prestaciones.
Todo iba bien hasta que la crisis afectó al sector en el que trabajaba y mi empresa decidió reestructurarse y me encontré en el paro. Como llevaba casi 7 años trabajando en la misma empresa, recibí una buena indemnización por despido, pero decidí buscar trabajo pronto.
Sin embargo, la realidad laboral era completamente diferente a las condiciones que vivía en mi antiguo trabajo, así que aunque había recibido algunas ofertas de trabajo, decidí hacer un Máster en España para mejorar mi CV y así conseguir mejores ofertas cuando volviera a mi país.
Cuándo te conocí
Ya en España, viviendo una mezcla de emociones, entre la morriña y el encanto de los nuevos descubrimientos, conocí a un chico en la universidad que se enamoró de mí. Al principio no quise involucrarme con él, porque quería aprovechar al máximo el tiempo que había decidido dedicar a mis estudios.
Pero su pesimismo y la creciente sensación de sentirme sola en otro país me hicieron ceder. Empezamos a salir y aquellos fueron los mejores meses de mi vida. Hacía todo lo posible por complacerme, quería darme a conocer España y programaba salidas increíbles. Cada vez que salíamos, me ofrecía experiencias nuevas y enriquecedoras.
Pedido de matrimonio
A medida que se acerca el final de mi Master, la tristeza ha empezado a sustituir en nuestros corazones a la felicidad de los meses anteriores. Estábamos completamente enamorados y la separación era inevitable.
Sólo mi novio me dio una sorpresa imaginable. Me invitó a cenar y cuando llegamos al restaurante estaba presente toda su familia y también mis padres. Los trajo de mi país sin que yo lo supiera y allí formalizó la propuesta de matrimonio delante de todos.
Me embargó la emoción de que me pidiera matrimonio el hombre que me amaba, en presencia de mis padres, a los que no veía desde hacía casi un año. Y mi respuesta no pudo ser otra que un SÍ rotundo.
Tiempos felices
Cuando nos casamos, fuimos a pasar la luna de miel a mi país. La familia de mi marido tenía una situación económica muy buena y nos regaló un piso precioso. Tuvimos una vida muy feliz. Tres años más tarde me quedé embarazada de mi único hijo y nuestra felicidad se hizo aún más completa.
Mi marido progresó mucho en su carrera y nuestra vida mejoró año tras año, incluso después de que yo dejara mi trabajo para quedarme embarazada. Parecía que estaba viviendo un cuento de hadas, tenía tiempo para estar con mi hijo, hacer cursos que me interesaban, leer los libros que siempre me habían gustado. Seguíamos teniendo una vida social ajetreada y siempre viajábamos en familia. Mi marido era un hombre muy dedicado a nosotros.
El fin del Cuento de Hadas
Fuimos muy felices hasta que mi hijo cumplió 14 años, cuando empecé a notar un cambio repentino en el comportamiento de mi marido. Dejamos de ser una prioridad en su vida, los pocos momentos que nos dedicaba eran por obligación y siempre estaba de mal humor. Yo le preguntaba la razón de este cambio y él lo justificaba con problemas en el trabajo.
Yo aceptaba sus justificaciones y no quería ver la realidad, hasta que personas cercanas a nosotros, indignadas por la actitud de mi marido, decidieron contarme la verdad.
Tenía una amante 20 años más joven y ya no se preocupaba de ocultar esta relación. Cuando me di cuenta, además de la traición, mi marido estaba transfiriendo a su nombre los bienes que habíamos acumulado a lo largo de los años. Como tenía plena confianza en él, unos años antes le había otorgado un poder notarial que le daba plenos poderes para firmar en mi nombre.
Cuando lo descubrí todo y fui a enfrentármele, no sólo lo admitió todo, sino que se empeñó en humillarme diciéndome que ya no soportaba a la vieja fea en que me había convertido. Discutimos y mi marido, que hasta entonces me parecía un auténtico príncipe azul, me agredió físicamente y me echó de casa. Además, la casa ya estaba a nombre de su amante.
Hoy vivo con mi hijo en casa de una amiga, que me ha apoyado mucho. Pero no tengo fuerzas para nada. Estoy devastada por la depresión. Durante varios meses no recibí nada de mi marido, pero gracias a mi amiga y a un abogado recibo una pensión mínima, puesto que mi marido ya no tiene nada a su nombre. Ya no sé qué hacer y me siento impotente para actuar.
Consejos del El Canal del Amor
Querida, sentimos mucho todo el sufrimiento por el que has pasado. Sufrir un desengaño de una persona a la que quieres, en la que confías y a la que dedicas tu vida no es una situación fácil. Pero necesitas reaccionar urgentemente, no son sólo sentimientos lo que está en juego, sino el futuro patrimonial tuyo y de tu hijo.
Tu ex marido, ¡recuerda ex! No tuvo la más mínima consideración por su propio hijo. ¿Qué puedes esperar de él? Las personas tienen todo el derecho a enamorarse y a querer vivir esa pasión, aunque eso signifique dejar atrás una relación de años. Lo que no puedes hacer es actuar como un sinvergüenza, robando a tu ex mujer y a tu propio hijo.
Debes encontrar la fuerza para buscar toda la ayuda que necesites para recuperar esos bienes a los que tienes todo el derecho. Consigue todo lo que puedas de este hombre. Busca un buen abogado que pueda demostrar lo sinvergüenza que es el padre de tu hijo.
Cuida tu salud física y mental para que puedas volver a ser la madre feliz y realizada que tu hijo se merece. No te sientas culpable por las actitudes de tu ex, solo expresan su falta de carácter y no tu valor como mujer.